El perro ladra, el gato maúlla, el pollito pía, la vaca hace mu y las personas hablan.

¿Te has parado a pensar que la gran mayoría de las veces, cuando hablamos siempre va acompañado de una emoción? Cuando le cuentas cosas a la familia, amigxs, compañerxs de trabajo. Ya sea que te lo has pasado bien, pedir un favor, incluso dando los buenos días, se sabe como está una persona emocionalmente. Pues el resto de animales, cuando emiten un sonido, va acompañado de una emoción.

El ladrido es una manera de comunicar el estado emocional en el que está el perro, y las dos emociones que están detrás de los ladridos, son; alteración o miedo. Los ladridos de alerta, miedo a que alguien o algo desconocido irrumpe en su lugar de descanso. La reactividad que se presenta con ladridos, es para hacer que aquello que le da miedo, ponga más distancia, ya que él, por el motivo que sea, no ha podido o no sabe ponerla. Ladridos de ansiedad, miedo, de juego, alteración, de que hemos llegado a casa, alteración…

Que son molestos, ¡claro! Y al perro, tampoco le gusta llegar a esa situación, ya que es un esfuerzo energético muy alto. Ponerle solución no es corregir o castigar ese comportamiento, es saber identificar qué provoca el ladrido para solucionarlo y que el ladrido cese.

Mitos leyendas y realidad

Los perros ladran por diferentes motivos; pero siempre, siempre, acompaña una emoción. Identificando y trabajando sobre esa emoción, en esos momentos, haremos que deje de ladrar, además de eliminar otro tipo de conductas que se manifiestan a causa de esas emociones. Querer eliminar el ladrido sin trabajar la emoción, es hacer que el perro, saque esa emoción por otro lado, además de la emoción generada para corregir los ladridos.

Corregir conductas o comportamientos sin trabajar la emoción, es crear una bomba de relojería, nunca sabes cuando va a explotar, pero explotará.

Mitos leyendas y realidad

La intensidad de los ladridos, viene dada por la intensidad de la emoción. Cuanto más alterado, más ladrará, cuanto más miedo, más profundo y más intenso será el ladrido para alejar eso que le da miedo, si no puede huir y no le despierta curiosidad. El miedo va asociado al estrés, a más miedo más estrés y a más estrés y más miedos, habrá más ladridos.

Muchas veces, nos preguntan que si ellos mismos no se quedan sordos de su propio ladrido; y la respuesta es que en el momento en el que están ladrando con tanta intensidad debido a los niveles altos de estrés, sufren lo que se conoce como “exclusión auditiva”. La exclusión auditiva ocurre como un efecto secundario fisiológico del aumento de la frecuencia cardíaca, el sistema nervioso simpático «apaga» el nervio que conecta el oído medio con el cerebro, para centrarse en la vista (que consume menos energía).

Debido a la necesidad que tiene el organismo de suplir energía de unos órganos para proporcionárselo a otros, una de las cosas que no se necesitan mucho cuando están en pleno subidón de estrés, es el oído (requiere más energía que la vista), por lo que el nervio que conecta el oído medio y el cerebro se “apaga”.

Ni escuchan su ladrido como lo escuchamos nosotros, ni por supuesto escuchan lo que viene de fuera; así que es inútil adiestrar en el que se callen. Y por eso, cualquier corrección que se haga del ladrido, será nefasta para el perro, porque se le invalida la emoción que están sintiendo.

Si has presenciado una discusión, en ocasiones se escucha la frase: «Es que no me escuchas», y la respuesta que viene después es; «no, quien no me escuchas eres tú a mí». Y la verdad es que las dos personas, tienen razón; porque al igual que pasa con los perros, nosotros, como animales que somos, también sufrimos de “exclusión auditiva” con niveles de estrés altos, y sobre todo, ante un enfrentamiento.

La mejor manera de acabar con ladridos molestos, es trabajar la emoción que los provoca reduciendo el estrés y así, además de los ladridos, trabajamos esa «sordera testicular repentina»

Mitos leyendas y realidad